miércoles, 19 de agosto de 2009

NUESTRAS PRIMERAS MADRES Y EL TRASLADO A IRIÉPAL


Alma grande, lumbrera de esta Comunidad y una de las hijas más probadas y favorecidas por Dios, en la sagrada Reforma Teresiana, fue sin duda alguna nuestra querida Madre Mª Micaela de la Stma. Trinidad.
Nacida de noble cuna, el 29 de Septiembre de 1582, año en que moría en Alba nuestra Sta. Madre Teresa, fue hija de D. Lope de Liaño, primo del Duque del Infantado, y de Dña. Isabel Vera.
Ella fue una de las séis primeras colegialas y una de las séis primeras monjas que formaran la incipiente Comunidad. Su vida estuvo marcada por la cruz, que es el distintivo de los elegidos, y tan pródiga de verdadera y acrisolada virtud, que dejaremos para más adelante su narración, pues conservamos su autobiografía inédita, fruto de la obediencia a su director espiritual.
Posterior a ella es la Rvda. Madre Leocadia, que también merece un capítulo a parte en esta breve reseña de la Comunidad de Carmelitas Dzas. de Nuestra Señora de las Vírgenes. Pero, todo llegará. Ahora narraremos un poco los motivos del traslado de nuestro Monasterio a la pedanía de Iriépal y, más adelante, continuaremos la narración.
 
Continuando con la historia de nuestra Comunidad hay que referir que tras la guerra del 36 el Monasterio de Guadalajara, que era un antiguo Palacio que los Condes de Priego habían cedido para la fundación, quedó tan mal parado, por los sucesivos bombardeos, saqueos y ocupación militar, que tuvo que ser reconstruido en buena parte por "regiones devastadas". Además, comenzaron las edificaciones a rodearlo y a impedir la vida de silencio y clausura que exige nuestra vocación concreta. Por todo ello, la Comunidad decidió vender el antiguo edificio y muchos de los cuadros, que habían sobrevivido a la molicie de la guerra, para poder trasladarse a un lugar retirado y adecuado para la contemplación de los divinos misterios. Encontraron el lugar a 4 km. escasos de Guadalajara, en la pedanía de Iriépal, y en un pequeño altozano que se encuentra al final del Paseo de la Soledad, llamado así por encontrarse en él la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, de gran devoción y veneración para los habitantes del pueblo.
Tuvieron que pasar muchas vicisitudes, nuestras madres de entonces, para poder vender el anterior edificio, pues alguna concejala dijo que querían "esas señoras" tirar una obra de arte. Se paralizaron las obras y Bellas Artes tomó cartas en el asunto, reconociendo finalmente la inexistencia de ningún tipo de arte, que las supuestamente "avisadas monjas" hubieran encubierto. 
Interior del Convento. Vista desde la huerta.
Por fin, se pudo realizar el traslado al nuevo Monasterio en 1976, con las obras a medio realizar, pues la Comunidad se había comprometido con la empresa Constructora que compraba el anterior edificio; por supuesto, las monjas cumplieron su palabra, a pesar del parón que había sufrido la construcción del nuevo Monasterio. Por ello y por la escasez de medios económicos, gracias a Dios, hemos tenido que terminar la construcción a lo largo de treinta años; pues, los materiales no eran de la mejor calidad y, en estos años que se ha tardado en terminar las obras, ha habido que renovarlos casi en su totalidad: alcantarillado, tuberías de desagües que eran de hierro, etc. 
En la actualidad, podemos disfrutar del fruto de nuestros esfuerzos y el desvelo de tantas hermanas nuestras, muchas de ellas que ya nos dejaron, gracias a la bondad y generosidad de muchas personas, incluido el último constructor, que nos realizó las últimas mejoras sin exigir tiempo en el cobro; gracias a lo cual hoy día podemos decir que todo está concluido, a excepción del edifio del Reino de Dios, siempre en contínua construcción.
La Comunidad cuenta con trece miembros, siete de los cuales tienen menos de 45 años. La más joven tiene 27 años. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que somos muy felices y agraciadas con el don inestimable de la vocación carmelita.

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